domingo, 11 de septiembre de 2022

Maltrato vicario

 No quieres lastimarme, pero me lastimas.  Todavía no entiendo muy bien aún.

Venía feliz a contarte cómo me había ido, que ya no me atreví a lanzarme por ese largo resbalín, que hice una nueva amiga en el parque, que compartí con mi papá una tarde. Venía feliz, pero ahora tengo vergüenza de no haber cumplido mi palabra de llegar a la hora. Antes de bajarse del auto, hay que ponerse las zapatillas y tú bien que siempre prefiero andar en calcetines.

Quería quedarme un rato mas jugando y se supone que escogería la soguiente canción en el auto. Antes, la que escogí fue coreada por todos: mi papá, mi tía, mi abuela y ¡hasta Julieta se la sabía! Pero ya habíamos llegado, yo quería jugar con el abuelo en el antejardín antes de entrar. Lo hacemos cada vez: me escondo para que él me busque. Siempre me encuentra, pero me divierte.

Venía feliz, pero ahora tengo vergüenza. Mi papá también estaba feliz hasta que vio cómo me pedías explicaciones y quiso explicarte la tardanza al ponernos la zapatilla. No lo escuchaste, pero después será la conversación que tendrás en voz fuerte. No quiero que peleen, todavía espero que vivan en el mismo edificio, pero en diferentes departamentos. O en la misma casa, solo en diferentes piezas.

Cada vez que nos da un rojo o nos metemos en un taco, me enojo. Ya sé que eso nos hace demorar aunque salgamos a la hora. Mi papá me tranquiliza mostrándome el mapa y el reloj. Me indica cómo el resto del camino está expedito y que llegaremos a tiempo. Pero yo no quedo tranquila hasta verte y saber que hoy no te enojarás. A mi me alegra volver a  verte, también te extrañé, ¿sabes? 



martes, 14 de junio de 2022

Cruzando el río

 Me da risa la expresión coloquial de "pegarse el show" que alude a que en determinado contexto, principalmente festivo, alguna persona realiza algo que excede el comportamiento esperado. Se asocia a rupturas, estado de ebriedad o simplemente un desahogo. En algunos casos, aparejado de arrepentimiento tras las consecuencias, como algún desatinado que consideró que era buena idea registrarlo y llevarlo a la viralización en redes sociales. 

Sin embargo, hoy me quiero centrar en la expresión "pegarse el salto", que alude a tomar una acción de riesgo y las consecuencias que eso conlleva. Distinto del "piscinazo" que realizan los jugadores de fútbol, donde el arrojarse al césped, está planificado para obtener una ventaja que puede adquirir por la simulación de una falta. 

Pegarse el salto, implica algo de valentía. Sobretodo sin conocer el terreno dónde se pretende pisar, si es en altura, saber si se porta o no un paracaídas. Pero desde épocas inmemoriables, los seres humanos se han desplazado motivados pensando que más allá hay algo mejor que en su situación actual. Algunos podrán decir que es sólo motivados por suplir necesidades básicas, como saciar el apetito. Pero me gusta pensar que hay un espíritu aventurero en cada uno, de exploración y que si bien, todos pueden tenerlo, las condiciones contextuales son las que terminan limitando aquellas posibilidades. 

En términos técnicos, se conocería como salir de la zona de confort. Pero eso lo encuentro muy siútico y en los contextos que lo he oído, termina siendo más un cambio de perspectiva que un desplazamiento. El éxito no está garantizado, pero quién no se arriesga ¿cómo cruza el río? 



miércoles, 8 de junio de 2022

Mía

A la niña que llamaron "Mía" la condenaron sin querer a un nombre que surge de un pronombre posesivo. Y sería el colmo que una niña Mía, sea de nadie. Que nadie acuda a abrazarla cuando tiene pena. Que nadie llegue a buscarla al taller, después de clases.
Cuando la niña Mía, se convierta en mujer, sería una gran desgracia que busque la figura paterna -ausente hasta la fecha- en una pareja. Sería trágico que el destino de la niña Mía, no encuentre a quien le pertenece. 
Y que la niña Mía, de un momento a otro, envejezca; en un anonimato doloroso, al que a la larga, se termina acostumbrando.

Deseo, niña Mía, que te des cuenta que solo a ti te perteneces. Que sólo a ti debes ser fiel. Deseo que no te pongas la capa del amor, como se plasma en el libro "mujeres que aman demasiado". Este mundo, Mía, ya ha tenido mujeres que se pusieron esa pesada capa, que terminó asfixiándolas.
Deseo niña Mía,  que entre los tules de tus vestidos de princesa y que rodeadas de tus juguetes; encuentres ese abrazo que tan esquivo se te ha hecho. 

jueves, 2 de junio de 2022

Natural desastre

Me encanta pensar que las mujeres somos cíclicas. Pensar que el primer calendario era de 28 días y que fue hecho por alguna mujer que murió en el anónimato tras tremendo descubrimiento ¡me apasiona! Pero un gran poder implica una gran responsabilidad. Es conectar con la energía de la vida. Asociarlo a la inflamación, dolor, movimiento, fluir; echa por tierra la conexión mas espiritual que se pueda tener con el ciclo.
Pero los días de fertilidad, se nota esa energía diferente. La electricidad en el aire, el brillo en la piel; nos une a la naturaleza. A la especie femenina atrayendo a su víctima. Cada cual con sus atributos. La estandarización y cultura machista nos hizo avergonzarnos de la coquetería y sentirnos culpable si fluíamos en un caudal impredecible. Eso me recuerda a esas lluvias inesperadas, algo de la isoterma, que dice Michel Adams en el pronóstico; explica que hay zonas que debería nevar, cuando llueve el caudal trae sedimentos, desprendimientos de tierra, piedras. Ella concluye que no se puede hablar de un "desastre natural" incluso refiere que ambas palabras no deberían estar juntas en una misma oración. Así somos las mujeres: impredecibles. Y si hay desastres de este ciclo, recordar que no se puede hablar de desastre, algo que es natural. 

lunes, 23 de mayo de 2022

Digitación Inoportuna

Llegar tarde, para las personas que somos esclavos del tiempo, es una culpa que cargamos con gran pesar. 

Contamos los minutos, más que las calorías de las comidas. 

Cada segundo pesa y cada año va dejando secuelas en la piel. 

Como cada término de mes, había un montón de documentos atrasados. El plazo se acababa y era tanto que no se sabía por dónde empezar. "La maldita burocracia" repetía constantemente, mientras imprimía y firmaba documentos de forma monótona. 

Ese documento lo tenía en sus manos, solo bastaba con digitalizarlo y subirlo. Pero cuando pensaba que estaba todo listo, la amenaza de una nueva supervisión, vino aparejada de nuevas tareas. ¿Estarían todas las firmas a tiempo? ¿funcionaría la impresora esta vez? (los caprichos de la antigua brother habían condicionado su productividad). 

Otro día más marcaba el calendario, casi listo. Casi de no ser por ese papel que se traspapeló bajo una serie de documentos y las fotocopias de esos mismos documentos. El absurdo del original y su respectivo medio verificador, que tanto les gustaba revisar en las supervisiones. Hasta la fecha, terminando a tiempo, pero ¿a qué costo? Llevándose trabajo para la casa, imprimiendo con recursos propios, financiando un nuevo timbre debido un nuevo requerimiento que exigía poner el letras mayúsculas el nombre de la empresa. Pensándolo bien, la empresa no financiaba los timbres, ¿por qué exigía qué información debía incorporar? Ahora recuerdo la reunión: "debemos mantener el estándar", refirió una de las representantes directivas de la empresa, en esa ocasión. 

Mes finalizado y supervisión superada. Los resultados fueron un desempeño insuficiente de la funcionaria. Era imposible, todo estaba en regla; muchas noches sin dormir. Y muchas teniendo pesadillas, su silueta ahogándose en un cúmulo de documentos. 

- ¡Falta un documento! 
- Es imposible, digité todo 
- Revisemos la plataforma

El diálogo se desarrolló en un ambiente hostil. Pero se detuvo con la evidencia infalible del sistema: ¡Acá está el error! señalando con su dedo sobre la pantalla. El archivo estaba subido, efectivamente. Pero tres minutos tardes de la hora de cierre de la plataforma. La funcionaria miraba la pantalla y no lograba entender cómo se le pudo pasar eso, revisaba el reloj de su computador cada quince minutos y el del celular cada treinta minutos, para corroborar que estuvieran sincronizados. 

Al principio se sintió culpable. Después... también. Sólo entendiendo que el tiempo escapa de las manos cuando se trabaja bajo presión. Se quiebra un equilibrio perfecto entre la tarea y el tiempo que se destina a aquello, la efectividad puesta a prueba. Años de servicio y esta era la primera digitación inoportuna. Para estos fines, poco importaba.  Sin bono de rendimiento y sin carta de amonestación; "es un trabajo a consciencia", repetía la jefatura en sus reuniones. Lo decía a la ligera, sin comprender el peso de sus palabras; ni de la consciencia.