lunes, 23 de mayo de 2022

Digitación Inoportuna

Llegar tarde, para las personas que somos esclavos del tiempo, es una culpa que cargamos con gran pesar. 

Contamos los minutos, más que las calorías de las comidas. 

Cada segundo pesa y cada año va dejando secuelas en la piel. 

Como cada término de mes, había un montón de documentos atrasados. El plazo se acababa y era tanto que no se sabía por dónde empezar. "La maldita burocracia" repetía constantemente, mientras imprimía y firmaba documentos de forma monótona. 

Ese documento lo tenía en sus manos, solo bastaba con digitalizarlo y subirlo. Pero cuando pensaba que estaba todo listo, la amenaza de una nueva supervisión, vino aparejada de nuevas tareas. ¿Estarían todas las firmas a tiempo? ¿funcionaría la impresora esta vez? (los caprichos de la antigua brother habían condicionado su productividad). 

Otro día más marcaba el calendario, casi listo. Casi de no ser por ese papel que se traspapeló bajo una serie de documentos y las fotocopias de esos mismos documentos. El absurdo del original y su respectivo medio verificador, que tanto les gustaba revisar en las supervisiones. Hasta la fecha, terminando a tiempo, pero ¿a qué costo? Llevándose trabajo para la casa, imprimiendo con recursos propios, financiando un nuevo timbre debido un nuevo requerimiento que exigía poner el letras mayúsculas el nombre de la empresa. Pensándolo bien, la empresa no financiaba los timbres, ¿por qué exigía qué información debía incorporar? Ahora recuerdo la reunión: "debemos mantener el estándar", refirió una de las representantes directivas de la empresa, en esa ocasión. 

Mes finalizado y supervisión superada. Los resultados fueron un desempeño insuficiente de la funcionaria. Era imposible, todo estaba en regla; muchas noches sin dormir. Y muchas teniendo pesadillas, su silueta ahogándose en un cúmulo de documentos. 

- ¡Falta un documento! 
- Es imposible, digité todo 
- Revisemos la plataforma

El diálogo se desarrolló en un ambiente hostil. Pero se detuvo con la evidencia infalible del sistema: ¡Acá está el error! señalando con su dedo sobre la pantalla. El archivo estaba subido, efectivamente. Pero tres minutos tardes de la hora de cierre de la plataforma. La funcionaria miraba la pantalla y no lograba entender cómo se le pudo pasar eso, revisaba el reloj de su computador cada quince minutos y el del celular cada treinta minutos, para corroborar que estuvieran sincronizados. 

Al principio se sintió culpable. Después... también. Sólo entendiendo que el tiempo escapa de las manos cuando se trabaja bajo presión. Se quiebra un equilibrio perfecto entre la tarea y el tiempo que se destina a aquello, la efectividad puesta a prueba. Años de servicio y esta era la primera digitación inoportuna. Para estos fines, poco importaba.  Sin bono de rendimiento y sin carta de amonestación; "es un trabajo a consciencia", repetía la jefatura en sus reuniones. Lo decía a la ligera, sin comprender el peso de sus palabras; ni de la consciencia.