domingo, 11 de diciembre de 2016

Para que no me olvides

Muchas personas hacen intentos por olvidar, en la mayoría de los casos infructuosos, pero a más de alguien le habrá resultado. Mis camino va en sentido contrario, como de costumbre. Y es que simplemente he hecho patente algo que ya sabía de hace tiempo: Lo que no escribo, lo olvido. 

Lo que para mis compañeros fue motivo de molestia (¡ni que le hubiera pedido los lápices a ellos!), pero es mi método de aprendizaje. Anotar todo, y luego separar lo importante de lo accesorio. Pero hay cosas que es difícil de anotar, y que ya siento que he olvidado. Hay lugares a los que he ido que no recuerdo los nombres, y que por circunstancias, tampoco tengo un registro fotográfico más de las escuálidas imágenes que escasas están en mi recuerdo. 

Ahora mismo, estas experiencias que estoy viviendo estando en otro país. Cada conversación con alguien de un país retirado, e incluso, inexistente, hasta ahora... cada escena que me hizo reír. He tratado de tomar fotografía, pero la que tomé en Tarancón no se traduce a la tranquilidad sepulcral de la ciudad, la de Londres no transmite el frío ni el olor de mi sobrina que prometí no olvidar. 

Hay otra cosa que poco sirve a mis recuerdos, y es decir que siempre estoy bien y hacerme la fuerte. A tan pocas personas les he contado que estoy triste, que recién cuando empiezo a hacer un recuento, un histograma, me doy cuenta que he olvidado también mis penas, pero que sé que son la causa de mi fortaleza.

Y cuando me dicen "con el paso de los años, esto no será más que un simple recuerdo", yo cierro los ojos disimuladamente y ruego a Dios, al menos poder recordarlo y, aclarar que ese proceso -para mí- no tiene nada de simple.