domingo, 11 de septiembre de 2022

Maltrato vicario

 No quieres lastimarme, pero me lastimas.  Todavía no entiendo muy bien aún.

Venía feliz a contarte cómo me había ido, que ya no me atreví a lanzarme por ese largo resbalín, que hice una nueva amiga en el parque, que compartí con mi papá una tarde. Venía feliz, pero ahora tengo vergüenza de no haber cumplido mi palabra de llegar a la hora. Antes de bajarse del auto, hay que ponerse las zapatillas y tú bien que siempre prefiero andar en calcetines.

Quería quedarme un rato mas jugando y se supone que escogería la soguiente canción en el auto. Antes, la que escogí fue coreada por todos: mi papá, mi tía, mi abuela y ¡hasta Julieta se la sabía! Pero ya habíamos llegado, yo quería jugar con el abuelo en el antejardín antes de entrar. Lo hacemos cada vez: me escondo para que él me busque. Siempre me encuentra, pero me divierte.

Venía feliz, pero ahora tengo vergüenza. Mi papá también estaba feliz hasta que vio cómo me pedías explicaciones y quiso explicarte la tardanza al ponernos la zapatilla. No lo escuchaste, pero después será la conversación que tendrás en voz fuerte. No quiero que peleen, todavía espero que vivan en el mismo edificio, pero en diferentes departamentos. O en la misma casa, solo en diferentes piezas.

Cada vez que nos da un rojo o nos metemos en un taco, me enojo. Ya sé que eso nos hace demorar aunque salgamos a la hora. Mi papá me tranquiliza mostrándome el mapa y el reloj. Me indica cómo el resto del camino está expedito y que llegaremos a tiempo. Pero yo no quedo tranquila hasta verte y saber que hoy no te enojarás. A mi me alegra volver a  verte, también te extrañé, ¿sabes? 



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