miércoles, 30 de diciembre de 2015

Lidio Balladares

La muerte de mi tío me ha hecho pensar más de lo que pensaba. Este fallecimiento fue diferente al de mi abuela, una mujer que ya sentía que las había "hecho todas", que ya en esta tierra estaba su misión cumplida. A diferencia de mi tío que hasta el último minuto, mantuvo la ilógica ilusión que mejoraría, y que cuando eso pasara tenía tanto por hacer. Creo que haber visto una película, una escena, me hizo reflejar realmente lo que me pasaba. Una vez que falleció mi tío, muchas personas hicieron discursos, una de ellas mencionó el orgullo de mi tío por tener una sobrina que se haya ganado una beca. Y después de eso, fue encontrar en su casa, el regalo que él me había prometido y que no me lo había entregado por no tener envoltorio. No sé cóo describir lo que sentí ante esos dos momentos, pero viniendo de una persona poco demostrativa en sus afectos (de poco abrazos, cariños, palabras cariñosas), pero es sentir que yo era importante para él, haciendo una revisión de mi vida, siempre él estuvo desde una posición de espectador de parte de mis logros, mis etapas. Lo triste, es saber que él rehusaba la ayuda, que cada vez buscó más la soledad. Quizás una depresión no tratada, una pena no llorada.. quién sabe. Tantas penas ahogadas en vino. Ahora sólo ocupa una lápida más en el cementerio, para algunos su muerte sólo simboliza agilizar los trámites para cobrar la herencia de mi abuela,yo me quedé sin un tío y mi papá sin su hermano mayor (que cumplió la función de padre para él en su adolescencia y juventud). Un abrazo al cielo, Tío!