martes, 28 de enero de 2014

Polilla

Este juego no es tan diferente al que hace la polilla al perseguir las ampolletas hasta enceguecer,  trata de llamarlo y saber que está ahí (Sin Costo, sin molestias, sin incomodarlo), pero con el riesgo de sufrir nuevamente lo mismo por la misma persona. Entonces, cualquiera pensaría que seria un juego al que ni siquiera se le pasaría por la mente. Sin embargo, acá estoy yo con el celular en la mano, esperando que al marcar me envíe a buzón de voz, que marque y que no me conteste, que no me devuelva la llamada.  Cabe de todas formas la posibilidad, de que sí conteste y que si caiga en la trampa una vez más, cuando aún se notan las magulladuras de la caída anterior.

Es entonces preciso tener orgullo - o como quiera que se llame- y morderse los labios. No llamar, no buscarlo de nuevo. Yo soy quién decido, quién fija los límites (equis distantes), pero no puedo hablar con él sin sonreír, sin recordar tantos momentos cotidianos que vivimos juntos.

¿Acaso quiere decir que cambiaré los rasguños por esos escasos momentos de sonrisas?

No hay comentarios:

Publicar un comentario